Tras la buena acogida de las anécdotas del comercio gaditano que hicimos hace unas semanas, hemos ido recibiendo algunas más, las suficientes para contárosla en esta segunda entrega. Espero que les guste:
Me contaba Sebastian, que trabajaba en una empresa de electricidad, que un buen día se plantó un hombre pidiendo «el aparato para sordos que tenéis en el escaparate«. Su observación iba acompañada de una pregunta: ¿Para que sirve?. El dependiente debió respirar hondo para entender qué le estaba diciendo en realidad el señor que tenía delante. «No tenemos ningún aparato para sordos en el escaparate«. Lejos de arrepentirse del disparate que estaba a punto de decir, el señor le echa melones al asunto: «¿que pasa que no sabes ni lo que estás vendiendo…? Seguro que Sebastián volvió a resoplar en señal de su santa paciencia. Cuando lo acompaña al escaparate le señala una caja que dice «Soldering Station»..: «Eso es, donde pone Soldering, eso es para los sordos no???. Madre mía…
- Algunos de los productos de la marca SOLDERING STATION
Las tiendas textiles también tienen lo suyo. Ana me contaba que en treinta años de profesión le había pasado de todo. Me contaba que una mañana un indeciso caballero miraba terciopelo del bueno. Ella, al quite, se acercó para ayudarle: «A ver ¿es para alguna chaqueta?«. El hombre la miró muy sentidamente y le contestó: «No, es para forrar el ataúd que me lo está haciendo un amigo mío carpintero«. La cara de Ana debió ser un poema…
Las perfumerías tienen anécdotas para regalar: «¿Tienen Cristo es Dios?» cuando lo que quieren es Christian Dior o llevare un gel de baño y devolverlo porque tiene arena. «¿Cómo arena?» pregunta el dependiente con la medio sonrisa ya en los labios. «Sí mire...» Efectivamente, se había llevado un exfoliante para el cuerpo…
La misma Ana me contó una anécdota sucedida a su padre cuando trabajaba en unos grandes almacenes de la ciudad. Aquello fue tan surrealista que yo hubiese buscado la cámara oculta. Resulta que una señora se probó una faja con el propósito de llevársela. El problema vino cuando por más intentos que hizo, no podía quitársela. El dependiente intentó ayudarla pero la señora se negó en rotundo. Le dijo que fueran a buscar a su hija pero que llegaba tarde de trabajar por lo que debían esperarla en la tienda. Así que, ya pueden imaginar la escena: aquel santo dependiente esperando a que la hija llegase con la tienda ya cerrada. Cuando la hija llegó tan solo tuvo que entrar en el probador y cortar la faja con unas tijeras… Vaya tela!
El descaro y mala educación de la gente, en algunos casos, no tiene limites. En una ocasión entró una señora y muy decidida le dijo al dependiente: «Oiga, usted no es un chico diez ¿eh?«. El dependiente le pidió que se lo repitiera porque creía haber oído mal. Pero no, había escuchado perfectamente. Una compañera, que pasaba por allí, le echó un capote: «Más buena gente es, señora» a lo que la descarada mujer le contestó: «¿Tu vives con él para saber si realmente es buena persona?. Lo siento hijo pero yo tengo una virtud muy grande que es que soy muy sincera» le dijo a lo que el dependiente muy pacientemente le contestó: «Hay otra virtud que debería tener que es la de no dar su opinión cuando nadie se la pide. Porque imagine que soy yo el que la da de usted…» Toma zasca…
@ManoloDevesa
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